miércoles, 17 de junio de 2009

PERIODO DE CONSOLIDACION

Durante el periodo de consolidación que siguió al anterior, las nuevas repúblicas tendieron a dirigir su mirada hacia Francia aún más que hacia España, aunque con nuevos intereses regionalistas. Las formas neoclásicas del siglo XVIII dejaron paso al romanticismo, que dominó el panorama cultural de Latinoamérica durante casi medio siglo a partir de sus inicios en la década de 1830. Argentina entró en contacto con el romanticismo franco-europeo de la mano de Esteban Echeverría y, junto con México, se convirtió en el principal difusor del nuevo movimiento. Al mismo tiempo, la tradición realista hispana halló continuación a través de las obras llamadas costumbristas (que contenían retratos de las costumbres locales).

La consolidación económica y política y las luchas de la época influyeron en la obra de numerosos escritores. Muy destacable fue la denominada generación romántica argentina en el exilio de oponentes al régimen (1829-1852) del dictador Juan Manuel de Rosas. Este grupo, muy influyente también en Chile y Uruguay, contaba (además de con Echeverría) con José Mármol, autor de una novela clandestina, Amalia (1851), y con el educador (más adelante presidente de Argentina) Domingo Faustino Sarmiento, en cuyo estudio biográfico-social Facundo, civilización y barbarie (1845) sostenía que el problema básico de Latinoamérica era la gran diferencia existente entre su estado primitivo y las influencias europeas.

En Argentina, las canciones de los bardos gauchos fueron dejando paso a las creaciones de poetas cultos como Hilario Ascasubi y José Hernández que usaron temas populares para crear una nueva poesía gauchesca. El Martín Fierro (1872) de Hernández, en el que narra la difícil adaptación de su protagonista a la civilización, se convirtió en un clásico nacional, y los temas relacionados con los gauchos pasaron al teatro y a la narrativa de Argentina, Uruguay y el sur de Brasil.



















José Asunción Silva
Si hay un autor de vida romántica por excelencia en Latinoamérica, ese es el colombiano José Asunción Silva (1865-1896). En su corta pero valiosa obra pasó del romanticismo a anunciar el modernismo que tanto cambiaría las letras hispanas. Su poema emblemático es Nocturno III. La expresividad de los versos, sin rima, el encabalgamiento y una adjetivación poco convencional acentúan su originalidad. Un actor recita un fragmento de este poema, intensa reflexión sobre la noche, la ausencia y la muerte.
Enciclopedia Encarta
(p)1996 Microsoft Corp. Reservados todos los derechos.






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La poesía en otras zonas del continente tuvo un carácter menos regionalista, a pesar de que el romanticismo continuó dominando el ambiente cultural de la época. Los poetas más destacados de esos años fueron la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, autora también de novelas, y el uruguayo Juan Zorrilla de San Martín, cuya obra narrativa Tabaré (iniciada en 1876 y publicada en 1888) presagió el simbolismo.

La novela progresó notablemente en este periodo. Así, el chileno Alberto Blest Gana llevó a cabo la transición entre el romanticismo y el realismo al describir la sociedad chilena con técnicas heredadas del escritor francés Honoré de Balzac en su Martín Rivas (1862). Escribió la mejor novela histórica de la época, Durante la reconquista (1897). Por otro lado, María (1867), un cuento lírico sobre un amor marcado por un destino aciago en una vieja plantación, escrito por el colombiano Jorge Isaacs, está considerada como la obra maestra de las novelas hispanoamericanas del romanticismo. En Ecuador, Juan León Mera idealizó a los indígenas de América al situar en la jungla su novela Cumandá o un drama entre salvajes (1879). En México el más destacado de los realistas románticos fue Ignacio Altamirano, en la misma época en que José Martiniano Alencar inició el género regional con sus novelas poemáticas e indianistas románticas (cuentos de amor entre indios y blancos), como El Guaraní (1857) e Iracema (1865). Los novelistas naturalistas, entre los que se contó el argentino Eugenio Cambaceres, autor de Sin rumbo (1885), pusieron de manifiesto en sus obras la influencia de las novelas experimentales del escritor francés Émile Zola.


2 comentarios:

  1. a mi me gusto lo que dice aquí pero me gustaría que dijera al principio que es la consolidación

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